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Pedro J. OIARZABAL
Edurne BARTALOMÉ
Catalina UZCANGA
Oiarzabal, Pedro J, Edurne Bartolomé, y Catalina Uzcanga. (2012) “Movilidad Humana y Presencia Vasca en el Exterior”, en Gobierno Vasco (ed.) Guztion Artean: V Congreso Mundial de Colectividades Vascas en el Exterior, Donostia-San Sebastián, noviembre 2011. Vitoria-Gasteiz: Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco. Publicado también en Euskosare
Este artículo gira en torno a la presencia vasca en el exterior de la Comunidad Autónoma Vasca —entendiendo por exterior más allá de las fronteras de Euskadi— y a los retos que supone la gestión de dicha realidad para la administración pública en dos vertientes que en sí están interrelacionadas y que en ningún caso deberían considerarse espacios estancos: la extensión del Estado del Bienestar a los ciudadanos vascos en el exterior, y el futuro de las propias instituciones de la diáspora vasca.
La búsqueda de la felicidad y del deseo de prosperar en términos de obtención de un mayor poder adquisitivo, movilidad social, libertad política, crecimiento personal o perfeccionamiento profesional se encuentran en el origen de pasadas y presentes migraciones, y posiblemente lo continúe siendo en futuros movimientos de población.
Tras la incorporación de España en la Comunidad Económica Europea en 1986, la emigración desde España se reactiva pero deja de ser masiva, y el perfil educativo y profesional de los emigrantes es más elevado que en la etapa anterior de la década de 1960, y que como veremos continúa siéndolo en la actualidad. Es lo que se denomina “migración cualificada”, la cual se refiere al nivel de competencias educativas, profesionales y/o lingüísticas que los emigrantes poseen.
Según las Variaciones Residenciales del Instituto Nacional de Estadística (INE), entre el 2002 y el 2007, de las más de 77.000 personas que emigraron de España a otros países europeos, la mayoría era jóvenes entre 25 y 34 años. Por ejemplo, en una encuesta realizada recientemente por el Eurobarómetro de la Comisión Europea (2011) a jóvenes entre 15 y 35 años, el 53% de los entrevistados desea trabajar temporal o permanentemente en otro país europeo debido a la caída de empleo en sus países. De entre ellos, un 68% son jóvenes españoles. La encuesta destaca que a mayor nivel de educación, mayor es el deseo de trabajar en otros países europeos. Es decir, los potenciales emigrantes, como por ejemplo estudiantes de postgrado, académicos o profesionales, estarán altamente cualificados, lo que en sí tiene unas consecuencias negativas para el país. Se destaca como en las actuales migraciones inter-europeas, el factor económico no es la razón exclusiva para emigrar. Las razones de índole personal, de búsqueda de un mayor reconocimiento social o de un mayor nivel de calidad de vida han pasado a tener un valor cada vez más preeminente. A 1 de enero de 2011 (INE), más de 1,7 millones de españoles residen en el extranjero.
Según el INE, en 1991 había unos 350.000 extranjeros censados en España. Entre 2000 y 2006, la población extranjera pasó de un millón a 4,1 millones (esto es más del 9% de la población total). España pasó a ser un país receptor de inmigrantes, convirtiéndose en el segundo país, después de Estados Unidos de América, que recibió el mayor número de inmigrantes en los países de la OECD. Según Izquierdo (2007), en un contexto de envejecimiento demográfico y saldo vegetativo casi nulo, la inmigración se ha convertido en el primer factor de crecimiento de la población en el conjunto de España y en cada una de las comunidades autónomas.
En una encuesta realizada recientemente por el Eurobarómetro de la Comisión Europea (2011) a jóvenes entre 15 y 35 años, el 53% de los entrevistados desea trabajar temporal o permanentemente en otro país europeo debido a la caída de empleo en sus países.
Foto: CC BY - eGuide Travel
Además, como resultado de la crisis financiera y económica global iniciada en 2008 y que provocó una masiva contracción en el empleo, se inició una nueva fase en la “emigración” de España: nueve de cada diez personas que salen actualmente de España son extranjeros, principalmente jóvenes en edad de trabajar, lo que estimula un saldo migratorio negativo, es decir, la emigración supera a la inmigración por primera vez en varios años. Las diferencias en oportunidades entre España y los países de origen de los emigrantes se reducen drásticamente. Entre 2008 y 2009, cerca de 600.000 personas salieron de España según el INE. A fecha de 1 de enero de 2011, hay 5,7 millones de extranjeros en España (INE).
Los procesos de modernización e industrialización que tuvieron lugar en el País Vasco desde mediados del siglo XIX atrajeron a cientos de miles de inmigrantes procedentes de todos los rincones de España (Ruiz Olabuenaga y Blanco, 1994). Estos, al igual que hicieron los miles y miles de vascos que emigraron particularmente a Argentina, Uruguay, Chile y Estados Unidos durante esos mismos años, no sólo portaban sus enseres más básicos, sino una pléyade de tradiciones culturales e identidades que pronto tendrían una plasmación institucional en lo que algunos denominan como “casas provinciales”, “regionales” o “autonómicas”, donde se aúnan y retroalimentan sentimiento y acción (Douglass y Bilbao, 1975; Molina y Oiarzabal, 2009).
Según IKUSPEGI, el Observatorio Vasco de la Inmigración, actualmente en Euskadi, aproximadamente unas 145.000 personas (más del 6% del total de la población) tienen nacionalidad extranjera mientras otras 35.000 personas de origen extranjero habrían adquirido la nacionalidad española. Es una inmigración que se caracteriza por su gran diversidad geográfica, cultural, religiosa, lingüística y étnica. IKUSPEGI (2008) estima que en Euskadi y Navarra, las personas extranjeras procedían de más de 110 nacionalidades, conocían más de 60 lenguas maternas, y según Ruiz Vieytez (2011) en Euskadi tenían unos 214 espacios de culto religioso. Todos ellos, incluyendo a nuestros propios emigrantes, han conformado una Euskadi de diásporas, una extensa y densa red de interconexiones transnacionales. Euskadi es un pueblo de emigrantes e inmigrantes donde se convive inmerso en una multiplicidad de complejas realidades socio-económicas, de herencias culturales, de tradiciones políticas, y de lealtades identitarias.
Es cierto que la presencia vasca en el exterior va más allá de nuestras históricas comunidades de emigrantes, ya que misioneros, empresarios, cooperantes, estudiantes, profesionales de muy diversos ámbitos, y turistas, por qué no, también conforman parte de esa realidad de la cual no podemos abstraernos. Es decir, todos son miembros de las “colectividades vascas”, tal y como lo define el Artículo 3 de la Ley 8/1994, de 27 de mayo, que regula las Relaciones con las Colectividades y Centros Vascos en el Exterior de la Comunidad Autónoma del País Vasco. ¿Hasta qué punto podríamos considerarles a su vez parte de lo que denominamos “diáspora (emigrante) vasca”? Quizá sea el momento de redefinir el concepto de “diáspora” o, de al menos, abrir un debate en torno a él.
Aun más, es muy difícil determinar el número de vascos que pueden conformar la diáspora vasca por falta de estadísticas fiables. La problemática de su cuantificación también radica en el consenso de una definición operacional de “ser vasco”. A pesar de estos obstáculos, el Gobierno Vasco (1996: 47) estima que su población es de 4,5 millones, la cual se encuentra articulada en docenas de asociaciones vascas en más de una veintena de países. En 2011, el Gobierno Vasco había reconocido a 178 euskal etxeak dispersadas por 24 países.
A su vez, tal y como hemos mencionado anteriormente, la actual crisis, la internacionalización de nuestra economía —clave para la competitividad del sector empresarial vasco— y la globalización de nuestra sociedad están empujando irremediablemente a un número de vascos a salir de nuestro pequeño territorio en dirección a las grandes metrópolis —a los núcleos financieros, industriales y tecnológicos, y centros de producción y distribución del planeta— en donde se dirimen decisiones que nos afectan de manera muy directa.
El perfil de los nuevos emigrantes vascos es similar al de otros emigrantes europeos, tal y como indica el mencionado estudio realizado por el Eurobarómetro en el 2011. En rasgos generales, estaríamos ante emigrantes altamente cualificados —por ejemplo, jóvenes en busca de un perfeccionamiento académico, lingüístico o profesional, empresarios o trabajadores especializados— que tienden a permanecer temporalmente en países desarrollados o emergentes, lo que se conoce como “migración circular” o “migración golondrina”. Por ejemplo, desde 2002 hasta 2005, el 70% de la emigración de Euskadi se ha dirigido hacia Europa y un 24% hacia América (Gobierno Vasco, 2008). En 2011, según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE) el número de vascos residentes en más de 50 países es de 62.628. Entre 2002 y 2010 salen al año de Euskadi 1.504 personas con nacionalidad española para fijar su residencia en el extranjero.
A modo muy orientativo, la actual presencia vasca en el mundo incluye a una serie de colectivos que caracterizan la creciente diversidad y complejidad de la movilidad vasca hacia el exterior, y que van desde el mundo religioso y solidario al cultural, empresarial, y gubernamental. Así, por ejemplo, en 2009, el número de misioneros y misioneras de las diócesis de la Comunidad Autónoma Vasca ascendía a 1.242 repartidos por 78 países —principalmente en Ecuador, Perú, Argentina, Venezuela y Chile— mientras, según la Coordinadora de ONGs de Euskadi, en 2010 había 119 cooperantes vascos en 33 países —particularmente en México, Bolivia, Ecuador, Chile y Panamá. A estos grupos se les suma el entramado de la internacionalización de las empresas vascas y que en 2009 contaba con una presencia en 51 países?con mayor incidencia en Francia, Portugal, Alemania, China y México— según datos aportados por el Catálogo Industrial y de Exportadores del País Vasco (CIVEX).
Además, el Instituto Etxepare ha concertado convenios de colaboración con 35 universidades de 15 países —principalmente en Estados Unidos, España, Chile, Alemania y México— en los que se imparten la enseñanza del euskera y cultura vasca. Desde un punto de vista institucional, el Gobierno Vasco ha establecido seis delegaciones gubernamentales en seis países —Estados Unidos, Colombia, Argentina, Chile, Bélgica y España— con un ámbito de actuación en 43 países. Por último, igualmente el Gobierno Vasco ha establecido 13 oficinas permanentes de la Agencia de Desarrollo Industrial SPRI en 13 países?Argentina, Brasil, Chile, China, Cuba, EEUU, Eslovaquia, India, México, Polonia, República Checa, Rusia y Turquía.
En rasgos generales, estaríamos ante emigrantes altamente cualificados —por ejemplo, jóvenes en busca de un perfeccionamiento académico, lingüístico o profesional, empresarios o trabajadores especializados— que tienden a permanecer temporalmente en países desarrollados o emergentes, lo que se conoce como “migración circular”.
Foto: CC BY - erix
A modo de conclusión nos gustaría adentrarnos muy brevemente en los retos que supone la internacionalización de diversos colectivos de Euskadi para las administraciones públicas. ¿Es decir, cómo se puede articular, por ejemplo, desde el Gobierno Vasco la diversidad existente en términos de dicha presencia vasca en el exterior? Si tenemos en cuenta solamente a los colectivos que hemos mencionado anteriormente, y sin caer en lo anecdótico, el número de aquellos países que acogen alguna institución o persona de origen vasco ascendería a 108, es decir, el 56% de los países miembros de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Los seis países con mayor concentración vasca serían Argentina, Chile, Estados Unidos, México, Venezuela y China. La tendencia de dicha presencia vasca en el exterior apunta a una mayor diversidad geográfica, lo que conllevaría una mayor dificultad asistencial por parte de las instituciones públicas vascas, pero a su vez se convertiría en un gran valor añadido para Euskadi desde un punto de vista socio-económico y cultural.
El Artículo 1f de la Ley 8/1994 incide en “facilitar el establecimiento de canales de comunicación entre los vascos residentes fuera del territorio de la Comunidad Autónoma Vasca y los poderes públicos de ésta”. Hoy en día, el poder de los países no reside tanto en el territorio que se controla sino en las redes a las que se tiene acceso, es decir, en el número de personas con las que se mantiene contacto, y en cierta forma la revolución de las tecnologías de la información y de la comunicación ha hecho posible este cambio en la naturaleza del poder.
La creación y desarrollo de redes de migración transnacionales, formales e informales, entre individuos, grupos y organizaciones entre el país de origen y el país de residencia constituyen una fuente de intercambio de información y de transferencia de conocimiento, tanto en el mundo físico como en el digital, que puede ser activada y potenciada a favor, por ejemplo, de la recuperación económica de Euskadi. El Gobierno Vasco se encuentra en una posición privilegiada para articular una densa red global teniendo en cuenta los individuos, grupos y comunidades que conforman la presencia vasca en el exterior. Fuera de toda retórica, urge una estrategia transversal y una mayor coordinación con nuestras comunidades de emigrantes y sus descendientes —verdaderos puentes entre Euskadi y sus países de residencia— que impulsen un modelo de redes que fortalezca dicha presencia vasca en el mundo.
Pongamos simplemente el ejemplo de aquellos individuos vascos que aparecen en las estadísticas al darse de alta en un consulado español, unas 62.000 personas y que a día de hoy se encuentran en más de 50 países, y de aquellas 178 instituciones reconocidas por el Gobierno Vasco que aglutinan en cierto modo a las diferentes comunidades vascas en el exterior dispersas por 24 países.
Si tenemos en cuenta que una de las aspiraciones del Gobierno Vasco respecto a sus ciudadanos es la de garantizar el Estado del Bienestar ¿cómo puede el Gobierno Vasco extender el Estado del Bienestar a sus ciudadanos vascos estén donde estén en una situación de crisis global y recortes presupuestarios? Es decir, ¿cómo se puede extender el Estado del Bienestar a los ciudadanos vascos del exterior en igualdad de condiciones a los residentes en Euskadi —una igualdad entendida en términos de universalización de ayudas y solidaridad—. Esta labor requiere un trabajo extenso de cuantificación del número personas residentes en el exterior e identificación del perfil de éstos y sus potenciales necesidades y opciones de retorno si así lo deseasen.
En cuanto a las euskal etxeak, en la actualidad, el número de emigrantes y exiliados históricos —aquellos que mayoritariamente salieron del país antes de la década de 1960— está decreciendo y envejeciendo. Por ejemplo, el 64% de los socios de las asociaciones vascas de la diáspora tienen más de 46 años, mientras que un 85% de los socios ha nacido fuera de Euskadi (Gobierno Vasco, 2000: 27-32). Según el estudio realizado por la Federación de Entidades Vasco-Argentinas (FEVA) y que presentó en el IV Congreso de Colectividades Vascas de 2007, solamente un 2% de los miembros de sus entidades asociadas habían nacido en Euskadi (Gobierno Vasco, 2008). Sin embargo, la diáspora emigrante continúa constituyendo el núcleo central de la presencia vasca en el mundo, de las colectividades vascas en el exterior. En el año 2000 se estimaba que los miembros de las asociaciones de emigrantes eran unos 18.000 (Gobierno Vasco, 2000). Teniendo en cuenta las estimaciones de la población vasca residente en el exterior, solamente un 0,4% pertenecían a una asociación vasca del exterior. En 2011, el número de asociados ascendía a 24.000.
Al envejecimiento de la población emigrante se le une la extrema dificultad de encontrar un relevo generacional en las estructuras de gestión de las asociaciones vascas; la dificultad de atraer a nuevos socios, particularmente jóvenes; la carencia de auto-financiación de las actividades y de los programas culturales que desarrollan y de los gastos de infraestructura, y que se traducen, desafortunadamente, en una dependencia cuasi-exclusiva de las ayudas y subvenciones ofertadas por el Gobierno Vasco —con mayor dificultad, si cabe, de continuar dichas ayudas en tiempos de crisis— y, por último, la problemática de la auto-gestión del patrimonio material de la diáspora vasca. Urge una reflexión de la propia diáspora vasca en cuanto a su futuro inmediato y de un estudio-diagnóstico en profundidad de la situación real de cada una de las instituciones vascas de la diáspora que nos ofrezca una visión lo más clara posible de sus debilidades, fortalezas, y necesidades.
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Ruiz Vieytez, Eduardo. (2011). La Diversidad Religiosa en el País Vasco. Nuevos Retos Sociales y Culturales para Políticas Públicas. Bilbao: Universidad de Deusto. 12
Pedro J. Oiarzabal es Doctor en Ciencias Políticas-Estudios Vascos por la Universidad de Nevada, Reno (Estados Unidos). En la actualidad es investigador en el Equipo de Investigación “Retos Sociales y Culturales en un Mundo en Transformación” (reconocido por el Gobierno Vasco con la categoría A, Referencia: IT-201-07) de la Universidad de Deusto y colaborador del Instituto de Estudios Vascos de la Universidad de Deusto; Edurne Bartolomé es Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Deusto. Es docente y miembro del Equipo de Investigación “Valores Sociales” (reconocido por el Gobierno Vasco con la categoría A, Referencia: IT-402-07) de la Universidad de Deusto; y Catalina Uzcanga es Licenciada en Sociología por la Universidad de Deusto. Es asistente de investigación de Deiker (Agencia para la Promoción y Gestión de la Investigación) de la Universidad de Deusto.
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